25.9.05
Cambio de Seña del 25 de septiembre...y algo más...
En el día de hoy se publicó en El Universal no solamente mi acostumbrada sección de Análisis Estadístico (el link de hoy es este), sino un recuento del jonrón de Bill Mazeroski en la Serie Mundial de 1960, que hizo que los Piratas de Pittsburgh se coronaran Campeones Mundiales por encima de los favoritos Yankees de New York.
Lamentablemente, el espacio en el periódico es reducido, y el texto completo que escribí no pudo ser publicado, por lo que el amigo Alfredo Yanez me dió una mano con la edición del mismo de manera que cupiera en el periódico (y corrigiendo un error en el orden de las anotaciones).
En vista de que no se los pude entregar por completo en la edición impresa (o digital) del periódico, aquí les dejo el texto completo:
"En el año de 1960, los Yankees tenían que demostrarle al mundo que seguían siendo la dinastía más dominante que había conocido el deporte. Luego de una impresionante seguidilla de cinco Series Mundiales entre 1949 y 1953, y de un total de 8 en los 12 años anteriores, el equipo del Bronx había resbalado hasta el punto de caer al tercer lugar de la Liga Americana en 1959, terminando la campaña con marca de 79-75, su peor registro en 35 temporadas.
Pero la década de los 60s arrancó con buen pie, con unos Mulos que se titularon campeones del joven circuito con 97 victorias, a 8 juegos de ventaja sobre los Orioles de Baltimore. El equipo estaba liderado por el legendario Mickey Mantle, quien había sonado 40 vuelacercas en la temporada regular, y su compañero en los jardines, Roger Maris, quien fuera nombrado el Jugador Más Valioso luego de haber conectado 39 jonrones y empujado 125 carreras. El pitcheo contaba con Whitey Ford, Art Ditmar y Ralph Terry en la rotación, y con Bobby Shantz como el taponero. La alineación Yankee contaba con 7 miembros del equipo de Todos Estrellas de esa temporada. Y por si esto fuera poco, el mánager no era otro que el Profesor, Casey Stengel, quien había guiado a la divisa en sus momentos más gloriosos.
Por la Liga Nacional llegaron los Piratas de Pittsburgh, un equipo venido a más, que no jugaba una Serie Mundial desde 1927 -- justamente contra los Yankees, que en aquel momento contaban con Babe Ruth y Lou Gehrig. Los Bucaneros habían cerrado la campaña con marca de 95-59, a 7 juegos de los Bravos de Milwaukee. Entre sus filas destacaba el inmortal Roberto Clemente, quien a sus 25 años había bateado para .314. Bill Mazeroski, el otro pelotero estrella del equipo no era conocido por su bate, sino más bien por su talentoso guante en la segunda base.
A todas luces, los Yankees eran los claros favoritos: los bates, la experiencia en post-temporada y la mística de ser el equipo más veces coronado de todos los tiempos, los colocaban por encima de los Piratas ante los ojos de la mayoría de los expertos y fanáticos. Pero esto no logró hacer que los jugadores de Pittsburgh se sintieran intimidados.
Cuando la Serie arrancó en Pittsburgh el 5 de octubre, los de la Nacional sorprendieron a todo el mundo robándole el partido a los poderosos Yankees, con marcador de 6-4, incluyendo cuadrangulares de Maris y el receptor Elston Howard por los Mulos, y de Mazeroski por los Piratas. Al día siguiente, las cosas volvieron a ser "normales", con Nueva York apaleando a los Piratas con pizarra de 16 a 3, respaldados en dos vuelacercas de Mantle.
La Serie se mudó para el Bronx el 8 de octubre, y vió como el equipo local dispuso nuevamente de los visitantes de una manera sencilla y dolorosa. Los Yankees ganaron por 10 a 0, nuevamente gracias a un cuadrangular de Mantle y otro de Bobby Richardson.
Faltando dos juegos más en el Yankee Stadium, y con los Neoyorquinos comandando la Serie 2 juegos a 1, el mundo entero estaba convencido de que todo terminaría antes de regresar a Pittsburgh. Todos, excepto los Piratas, quienes lograron ganar los dos encuentros restantes, para poner la Serie 3 a 2 a su favor antes de regresar a casa.
De vuelta en Pittsburgh, los Yankees volvieron a propinar una paliza a sus contrarios, esta vez con marcador de 12 a 0, con 17 imparables, la cuarta vez en la Serie que los Mulos conectaron más de diez hits en un mismo encuentro.
El escenario estaba listo para una final no apta para cardíacos. El séptimo juego de la Serie Mundial del 1960 se jugó el 13 de octubre en el Forbes Field. Los Piratas de Pittsburgh tomaron una rápida ventaja, anotando cuatro carreras en los dos primeros episodios, sólo para ver como los Yanquis los emparejaban y tomaban la delantera en el sexto.
La octava entrada comenzó con dos nuevas anotaciones de los Yanquis, para poner la pizarra 7 a 4 a su favor. Todo parecía perdido para los de Pittsburgh, conectando tres sencillos consecutivos para anotar una carrera. Luego de dos outs, Roberto Clemente conectó otro sencillo que remolcó una carrera más, para acercar el marcador 7 a 6. Inmediatamente después, Hal Smith, el receptor de los bucaneros, conectó un enorme vuelacercas que impulsó dos anotaciones más, dándole la ventaja a los Piratas por 9 a 7. Lo impensable estaba por ocurrir. Los Yanquis de Nueva York, favoritos de todos, estaban a punto de ser derrotados.
En la parte alta de la novena, Richardson abrió con un sencillo, seguido por otro del emergente Dale Long (curiosamente, un ex Pirata). Roger Maris recibió al relevista Harvey Haddix con un fly de foul para el primer out del inning. Luego apareció Mickey Mantle, el mejor bateador de Nueva York, y conectó un sencillo que impulsó a Richardson y dejó hombres en primera y tercera. Yogi Berra fue puesto out con una rola a la inicial, pero logró impulsar otra rayita más, para empatar el marcador a 9. Moose Skowron fue el último bateador de la entrada.
Ralph Terry estaba en la lomita y la parte baja de la alineación contraria venía a batear. Bill Mazeroski, quien había bateado para .273 en la campaña regular, pero que había respondido efectivamente durante la Serie Mundial, sería el primer bateador del inning. Al segundo lanzamiento de Terry, Mazeroski conectó una línea que fue a parar en las gradas del jardín izquierdo y que daría fin de la manera más dramática posible a la Serie Mundial. El camarero corrió las bases agitando sus brazos y dando saltos de alegría, mientras decenas de fanáticos saltaron al campo de juego.
No solamente fue la primera vez que un Campeonato Mundial era decidido con un jonrón en el noveno inning del séptimo juego, sino que este fue conectado por un pelotero que apenas registró 138 vuelacercas en 17 temporadas. Los Yanquis anotaron más del doble de carreras en la Serie Mundial que los victoriosos Piratas, 56 a 27, y sin embargo no lograron titularse campeones.
Esta Serie Mundial pasará a la historia como una de las más dramáticas de todos los tiempos, y como la única en la que el Jugador Más Valioso, Bobby Richardson, jugó para el equipo perdedor."
Por cierto, el link para ver este artículo en El Universal de hoy es este. Aunque no aparece mi nombre por ningún lado, este artículo es de mi autoría.
También lamentablemente, la sección de Análisis Estadístico se volvió a quedar por fuera de la edición digital -- cosa molesta por demás, ya es la tercera vez que ocurre -- así que les copio aquí el texto de esta semana, para aquellos de Uds. que no tienen acceso al periódico en físico:
"Se acerca el final de temporada, y con ella, el cierre de las votaciones para los premios de fin de año, entre los que se encuentra el Cy Young. A diferencia de muchos otros años, esta temporada no hay un candidato claro para llevarse este premio en la Liga Americana.
Tradicionalmente, el número de victorias es la regla con la cual se mide a los lanzadores. Un pitcher con un buen número de triunfos -- a menos que tenga muy mala efectividad o muy pocos ponches -- suele ser un claro candidato para quedarse con el trofeo. Pero esta temporada nos hemos dado cuenta de quizás esta no sea la mejor manera de determinar quién es el mejor serpentinero de la liga.
El caso de Johan Santana es lo que nos ha hecho abrir los ojos: el criollo es, claramente, el mejor lanzador de la liga, pero a la fecha suma 6 victorias menos que el líder, Bartolo Colón. ¿Cómo justificamos que un pitcher con 14 triunfos merezca el Cy Young? Viendo más allá de los indicadores tradicionales.
Para nadie es secreto que Santana es líder en ponches y segundo en efectividad, pero muy poca gente se ha fijado que es líder en WHIP con 0.99 (único abridor de la liga con menos de 1.00 - Colón le sigue con 1.15), tiene la mejor Cuenta del juego con 62.0 puntos en promedio (Colón promedia 55.6 en el segundo puesto), ha tenido más Salidas de calidad (21 - igualado con Paul Byrd y Barry Zito), y su Pitcheo independiente del fildeo es de 2.83 (casi un punto menos que Colón).
Lamentablemente, los votantes no suelen fijarse en estas estadísticas no tradicionales, y aunque el criollo puede quedar con dos de los tres títulos de la triple corona, mientras que Colón se quedará con la otra, la diferencia en triunfos entre los dos lanzadores hace cuesta arriba las oportunidades del Merideño para hacerse con su segundo Cy Young.
Históricamente hablando, el abridor que ha ganado el premio con la menor cantidad de triunfos fue Randy Johnson, con 17 en 1999 (Rick Sutcliffe lo ganó con 16 en 1984, pero ese año sumó 20 triunfos con dos equipos diferentes), por lo que es altamente improbable que Santana logre hacerse del trofeo con apenas 15 victorias. Y esto es una lástima, porque el número de victorias es, quizás, el indicador sobre el que menos control tiene un pitcher – dependen mucho más de lo que el equipo haga en su ayuda. Por ejemplo, los Angelinos han apoyado a Colón con casi 6 carreras por cada 9 innings que él lanza, mientras que la débil toletería de Minnesota solo ha anotado 4.81 (de los candidatos con chance, solamente Mark Buehrle recibe menos apoyo, 4.21 carreras).
Otro elemento a considerar, ya no tanto estadístico, es que como no hay un candidato claro, se puede colar un relevista, que en este caso sería el Panameño Mariano Rivera, quien está teniendo una excelente campaña.
Lamentablemente, el espacio en el periódico es reducido, y el texto completo que escribí no pudo ser publicado, por lo que el amigo Alfredo Yanez me dió una mano con la edición del mismo de manera que cupiera en el periódico (y corrigiendo un error en el orden de las anotaciones).
En vista de que no se los pude entregar por completo en la edición impresa (o digital) del periódico, aquí les dejo el texto completo:
"En el año de 1960, los Yankees tenían que demostrarle al mundo que seguían siendo la dinastía más dominante que había conocido el deporte. Luego de una impresionante seguidilla de cinco Series Mundiales entre 1949 y 1953, y de un total de 8 en los 12 años anteriores, el equipo del Bronx había resbalado hasta el punto de caer al tercer lugar de la Liga Americana en 1959, terminando la campaña con marca de 79-75, su peor registro en 35 temporadas.
Pero la década de los 60s arrancó con buen pie, con unos Mulos que se titularon campeones del joven circuito con 97 victorias, a 8 juegos de ventaja sobre los Orioles de Baltimore. El equipo estaba liderado por el legendario Mickey Mantle, quien había sonado 40 vuelacercas en la temporada regular, y su compañero en los jardines, Roger Maris, quien fuera nombrado el Jugador Más Valioso luego de haber conectado 39 jonrones y empujado 125 carreras. El pitcheo contaba con Whitey Ford, Art Ditmar y Ralph Terry en la rotación, y con Bobby Shantz como el taponero. La alineación Yankee contaba con 7 miembros del equipo de Todos Estrellas de esa temporada. Y por si esto fuera poco, el mánager no era otro que el Profesor, Casey Stengel, quien había guiado a la divisa en sus momentos más gloriosos.
Por la Liga Nacional llegaron los Piratas de Pittsburgh, un equipo venido a más, que no jugaba una Serie Mundial desde 1927 -- justamente contra los Yankees, que en aquel momento contaban con Babe Ruth y Lou Gehrig. Los Bucaneros habían cerrado la campaña con marca de 95-59, a 7 juegos de los Bravos de Milwaukee. Entre sus filas destacaba el inmortal Roberto Clemente, quien a sus 25 años había bateado para .314. Bill Mazeroski, el otro pelotero estrella del equipo no era conocido por su bate, sino más bien por su talentoso guante en la segunda base.
A todas luces, los Yankees eran los claros favoritos: los bates, la experiencia en post-temporada y la mística de ser el equipo más veces coronado de todos los tiempos, los colocaban por encima de los Piratas ante los ojos de la mayoría de los expertos y fanáticos. Pero esto no logró hacer que los jugadores de Pittsburgh se sintieran intimidados.
Cuando la Serie arrancó en Pittsburgh el 5 de octubre, los de la Nacional sorprendieron a todo el mundo robándole el partido a los poderosos Yankees, con marcador de 6-4, incluyendo cuadrangulares de Maris y el receptor Elston Howard por los Mulos, y de Mazeroski por los Piratas. Al día siguiente, las cosas volvieron a ser "normales", con Nueva York apaleando a los Piratas con pizarra de 16 a 3, respaldados en dos vuelacercas de Mantle.
La Serie se mudó para el Bronx el 8 de octubre, y vió como el equipo local dispuso nuevamente de los visitantes de una manera sencilla y dolorosa. Los Yankees ganaron por 10 a 0, nuevamente gracias a un cuadrangular de Mantle y otro de Bobby Richardson.
Faltando dos juegos más en el Yankee Stadium, y con los Neoyorquinos comandando la Serie 2 juegos a 1, el mundo entero estaba convencido de que todo terminaría antes de regresar a Pittsburgh. Todos, excepto los Piratas, quienes lograron ganar los dos encuentros restantes, para poner la Serie 3 a 2 a su favor antes de regresar a casa.
De vuelta en Pittsburgh, los Yankees volvieron a propinar una paliza a sus contrarios, esta vez con marcador de 12 a 0, con 17 imparables, la cuarta vez en la Serie que los Mulos conectaron más de diez hits en un mismo encuentro.
El escenario estaba listo para una final no apta para cardíacos. El séptimo juego de la Serie Mundial del 1960 se jugó el 13 de octubre en el Forbes Field. Los Piratas de Pittsburgh tomaron una rápida ventaja, anotando cuatro carreras en los dos primeros episodios, sólo para ver como los Yanquis los emparejaban y tomaban la delantera en el sexto.
La octava entrada comenzó con dos nuevas anotaciones de los Yanquis, para poner la pizarra 7 a 4 a su favor. Todo parecía perdido para los de Pittsburgh, conectando tres sencillos consecutivos para anotar una carrera. Luego de dos outs, Roberto Clemente conectó otro sencillo que remolcó una carrera más, para acercar el marcador 7 a 6. Inmediatamente después, Hal Smith, el receptor de los bucaneros, conectó un enorme vuelacercas que impulsó dos anotaciones más, dándole la ventaja a los Piratas por 9 a 7. Lo impensable estaba por ocurrir. Los Yanquis de Nueva York, favoritos de todos, estaban a punto de ser derrotados.
En la parte alta de la novena, Richardson abrió con un sencillo, seguido por otro del emergente Dale Long (curiosamente, un ex Pirata). Roger Maris recibió al relevista Harvey Haddix con un fly de foul para el primer out del inning. Luego apareció Mickey Mantle, el mejor bateador de Nueva York, y conectó un sencillo que impulsó a Richardson y dejó hombres en primera y tercera. Yogi Berra fue puesto out con una rola a la inicial, pero logró impulsar otra rayita más, para empatar el marcador a 9. Moose Skowron fue el último bateador de la entrada.
Ralph Terry estaba en la lomita y la parte baja de la alineación contraria venía a batear. Bill Mazeroski, quien había bateado para .273 en la campaña regular, pero que había respondido efectivamente durante la Serie Mundial, sería el primer bateador del inning. Al segundo lanzamiento de Terry, Mazeroski conectó una línea que fue a parar en las gradas del jardín izquierdo y que daría fin de la manera más dramática posible a la Serie Mundial. El camarero corrió las bases agitando sus brazos y dando saltos de alegría, mientras decenas de fanáticos saltaron al campo de juego.
No solamente fue la primera vez que un Campeonato Mundial era decidido con un jonrón en el noveno inning del séptimo juego, sino que este fue conectado por un pelotero que apenas registró 138 vuelacercas en 17 temporadas. Los Yanquis anotaron más del doble de carreras en la Serie Mundial que los victoriosos Piratas, 56 a 27, y sin embargo no lograron titularse campeones.
Esta Serie Mundial pasará a la historia como una de las más dramáticas de todos los tiempos, y como la única en la que el Jugador Más Valioso, Bobby Richardson, jugó para el equipo perdedor."
Por cierto, el link para ver este artículo en El Universal de hoy es este. Aunque no aparece mi nombre por ningún lado, este artículo es de mi autoría.
También lamentablemente, la sección de Análisis Estadístico se volvió a quedar por fuera de la edición digital -- cosa molesta por demás, ya es la tercera vez que ocurre -- así que les copio aquí el texto de esta semana, para aquellos de Uds. que no tienen acceso al periódico en físico:
"Se acerca el final de temporada, y con ella, el cierre de las votaciones para los premios de fin de año, entre los que se encuentra el Cy Young. A diferencia de muchos otros años, esta temporada no hay un candidato claro para llevarse este premio en la Liga Americana.
Tradicionalmente, el número de victorias es la regla con la cual se mide a los lanzadores. Un pitcher con un buen número de triunfos -- a menos que tenga muy mala efectividad o muy pocos ponches -- suele ser un claro candidato para quedarse con el trofeo. Pero esta temporada nos hemos dado cuenta de quizás esta no sea la mejor manera de determinar quién es el mejor serpentinero de la liga.
El caso de Johan Santana es lo que nos ha hecho abrir los ojos: el criollo es, claramente, el mejor lanzador de la liga, pero a la fecha suma 6 victorias menos que el líder, Bartolo Colón. ¿Cómo justificamos que un pitcher con 14 triunfos merezca el Cy Young? Viendo más allá de los indicadores tradicionales.
Para nadie es secreto que Santana es líder en ponches y segundo en efectividad, pero muy poca gente se ha fijado que es líder en WHIP con 0.99 (único abridor de la liga con menos de 1.00 - Colón le sigue con 1.15), tiene la mejor Cuenta del juego con 62.0 puntos en promedio (Colón promedia 55.6 en el segundo puesto), ha tenido más Salidas de calidad (21 - igualado con Paul Byrd y Barry Zito), y su Pitcheo independiente del fildeo es de 2.83 (casi un punto menos que Colón).
Lamentablemente, los votantes no suelen fijarse en estas estadísticas no tradicionales, y aunque el criollo puede quedar con dos de los tres títulos de la triple corona, mientras que Colón se quedará con la otra, la diferencia en triunfos entre los dos lanzadores hace cuesta arriba las oportunidades del Merideño para hacerse con su segundo Cy Young.
Históricamente hablando, el abridor que ha ganado el premio con la menor cantidad de triunfos fue Randy Johnson, con 17 en 1999 (Rick Sutcliffe lo ganó con 16 en 1984, pero ese año sumó 20 triunfos con dos equipos diferentes), por lo que es altamente improbable que Santana logre hacerse del trofeo con apenas 15 victorias. Y esto es una lástima, porque el número de victorias es, quizás, el indicador sobre el que menos control tiene un pitcher – dependen mucho más de lo que el equipo haga en su ayuda. Por ejemplo, los Angelinos han apoyado a Colón con casi 6 carreras por cada 9 innings que él lanza, mientras que la débil toletería de Minnesota solo ha anotado 4.81 (de los candidatos con chance, solamente Mark Buehrle recibe menos apoyo, 4.21 carreras).
Otro elemento a considerar, ya no tanto estadístico, es que como no hay un candidato claro, se puede colar un relevista, que en este caso sería el Panameño Mariano Rivera, quien está teniendo una excelente campaña.
Estadísticas e imágenes cortesía de Béisbol Report, Baseball Reference, Retro Sheet y MLB