6.8.04
La Tierra de OZ - segunda parte
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Dos décadas después, Guillén se topó con una situación particular al tratar de hacerle entender sus ideas a Takatsu, su relevista Japonés. "Le dije a su traductor en el entrenamiento de verano, 'Quiero que le digas absolutamente todo lo que yo diga en las reuniones del equipo,'" dice Guillén. "Entonces un día, noté que el traductor se quedaba callado, así que le pregunté, 'Le dijiste todo lo que dije?' El responde, 'No.', le preguntó por qué, y me dice, "No tenemos esas palabras en Japonés.'"
Los ojos de Guillén se agrandan cuando cuenta esta historia. Actualmente, ya se sabe varias palabras en Japonés. "Solo las groserías," dice Takatsu.
'El gran comunicador' no quiere ver a sus jugadores en su oficina. No es de los que se sienta a esperar que vengan a preguntarle algo. Más bien le gusta pasársela en el clubhouse, hacer bromas en el gimnasio, jugar cartas en la parte de atrás del avión. Siempre le ha gustado la camaradería y no piensa que eso deba cambiar solo porque ahora es él quien llena el lineup todos los días. Luego de ser contratado, Ibis, su esposa por 21 años, le sugirió que se tomara una foto antes de comenzar la temporada y otra luego de terminarla. El le dijo, "No voy a cambiar."
Guillén admite que aún se está adaptando a la vida en el dugout. Se pasea, se queja, aplaude, impulsa, y cuando su abridor le da un boleto al primer bateador, su cara parece la de alguién que se acaba de comer un plato de ostras pasadas. "El cree que está jugando en lugar de estar dirigiendo," dice el shortstop Valentín. "Eso es bueno, porque sigue siendo el mismo tipo que se divertía jugando, jugando duro y agresivo. Esa es la manera en que dirige, y es por eso que estamos siendo exitosos."
Otra razón de ese éxito: a finales de junio, Williams obtuvo por la via del cambio al mejor amigo de Guillén, el derecho Freddy García, y nueve días después lo firmó por tres años a $27 millones. Guillén y García, quien ha ganado cuatro de los primeros seis juegos con el equipo, se conocen desde hace años y son vecinos tanto en Florida como en Venezuela. Lo que nos hace preguntar: ¿No es peligroso que el manager sea el mejor amigo de uno de sus peloteros? "Ozzie tiene un millón de mejores amigos," responde Williams. "Harold Baines es su mejor amigo. Yo soy su mejor amigo. Jerry Reinsdorf es su mejor amigo."
Posiblemente, pero solamente es García el que se está casando con una familiar de Guillén. "Cierto", dice Williams, "pero otro de sus mejores amigos, su ex-compañero Scott Radinsky, se caso con la hermana de su esposa." Así es en la Tierra de OZ, o eres su mejor amigo, o eres familia, o ambas cosas.
Pero familiares y amigos también pasan por momentos tensos. El 8 de julio, los Medias Blancas, inmersos en una seguidilla de cinco derrotas, perdían con Anaheim 8-5 en el octavo cuando Ozzie explotó. "Caí en shock," dice García. "Nunca lo había visto de esa manera. Comenzó a hablar muy duro."
Ese era solo el comienzo. "Les dije que estaba avergonzado por los fanáticos," cuenta Guillén. Frunce el entrecejo, los ojos casi cerrados y comienza a hablar lentamente para exagerar la palabra: a-ver-gon-za-do. A veces, cuando su deficiente inglés no es suficiente, sus muecas y movimientos completan la idea. "No sentí que mis jugadores tuvieran esa llama por dentro. Parecía que como que querían dejarlo para el próximo día. Yo no creo en eso. Eso me molesta realmente. Les dije 'parecen jugadores de los Criollitos.' Les dije, 'Puedo ser la persona más agradable o el peor cretino. Ustedes escogen.'"
Escogieron al tipo agradable, comenzando un rally de tres carreras luego de tener dos outs encima y ganando el partido en el noveno, para arrancar de esa manera una seguidilla de cuatro victorias. Después del juego, Guillén dijo de sus jugadores, "Deben darle gracias a Dios de que ganaron, porque si no les iba a tocar la reunión más larga de sus carreras. Ibamos a mandar a sus esposas de vuelta a casa, porque iba a ser una bien larga."
Desde entonce, los Medias Blancas y los Mellizos han continuado intercambiándose el primer lugar de la División Central unas 12 ó 13 veces -- y Guillén ha vuelto a divertirse. En Texas, para despistar al exageradamente detallista manager Buck Showalter, puso fotos de presos y las direcciones de correo electrónico de sus peloteros en el line-up. En Cleveland, cuando señaló con el brazo equivocado y el umpire Joe West lo obligó a traer al derecho Cliff Politte en lugar del zurdo Damaso Marte, quien ya había calentado el brazo, le dijo a West, "Tráeme al que quieras." Luego de que los Medias Blancas ganaran 3-0, Guillén se burló diciendo, "La próxima vez que salga al montículo voy a levantar los dos brazos a ver qué pasa."
Hace tiempo que no llama a sus hijos para saludarlos, pero esto es porque desde que terminaron las clases ellos han viajado con él. Ozzie Jr., 20, Oney, 18 y Ozney, 12, se uniforman todos los dìas, atrapan flys y fildean rollings. "Yo fui el bat-boy de los Marlins el año pasado," dice Ozzie Jr., "pero ahora mi papá es el jefe." Si buscas en el dugout, seguramente encontrarás cuatro camisas con el número 13.
Más allá de los chistes, el jefe se toma las cosas en serio. Se ha estado preparando desde que tenía 17 años y les decía a sus compañeros de equipo lo que tenían que hacer. Siempre le preguntaba a sus managers por qué habían tomado ciertas decisiones, especialmente a Bobby Cox. Y mientras era coach de tercera de los Expos y los Marlins durante los últimos tres años, dirigía al equipo en su mente. "Ozzie tiene talento natural," dice LaRussa. "Como jugador, el siempre entendió muy bien este juego, y siempre ha tenido cualidades de líder."
Guillén está enormemente honrado de ser el primer Venezolano en llegar a manager de las Grandes Ligas, y espera algún día ser comparado con gente como LaRussa y Cox. Quiere que los peloteros quieran jugar para el. "Esa es la meta de cualquier manager," dice. "Ese es el nivel al que quiero llegar."
Por supuesto, también quiere regresar a la Serie Mundial, donde terminó la temporada pasada con los Marlins. El apenas se imagina lo que significaría lograr lo mismo con sus adorados Medias Blancas. "Si ganamos," dice, "entonces Chicago se convertirá en una ciudad de Medias Blancas." Es posible que para alcanzarlo este año tenga que hacerlo sin sus dos bates más poderosos. Magglio Ordóñez pudiera perder el resto de la temporada con una lesión en la rodilla izquierda, y Frank Thomas estará fuera al menos hasta mediados de septiembre con una fractura. Su ausencia hace recordar a Guillén una de sus frases favoritas: "No puedes ganar el Kentucky Derby si vas montado en un burro." Pero no se queja.
"Después de ver lo que pasó el año pasado," dice Guillén, "cualquier cosa puede suceder. Cualquier cosa." Con Ozzie, eso se sobreentiende.
Dos décadas después, Guillén se topó con una situación particular al tratar de hacerle entender sus ideas a Takatsu, su relevista Japonés. "Le dije a su traductor en el entrenamiento de verano, 'Quiero que le digas absolutamente todo lo que yo diga en las reuniones del equipo,'" dice Guillén. "Entonces un día, noté que el traductor se quedaba callado, así que le pregunté, 'Le dijiste todo lo que dije?' El responde, 'No.', le preguntó por qué, y me dice, "No tenemos esas palabras en Japonés.'"
Los ojos de Guillén se agrandan cuando cuenta esta historia. Actualmente, ya se sabe varias palabras en Japonés. "Solo las groserías," dice Takatsu.
'El gran comunicador' no quiere ver a sus jugadores en su oficina. No es de los que se sienta a esperar que vengan a preguntarle algo. Más bien le gusta pasársela en el clubhouse, hacer bromas en el gimnasio, jugar cartas en la parte de atrás del avión. Siempre le ha gustado la camaradería y no piensa que eso deba cambiar solo porque ahora es él quien llena el lineup todos los días. Luego de ser contratado, Ibis, su esposa por 21 años, le sugirió que se tomara una foto antes de comenzar la temporada y otra luego de terminarla. El le dijo, "No voy a cambiar."
Guillén admite que aún se está adaptando a la vida en el dugout. Se pasea, se queja, aplaude, impulsa, y cuando su abridor le da un boleto al primer bateador, su cara parece la de alguién que se acaba de comer un plato de ostras pasadas. "El cree que está jugando en lugar de estar dirigiendo," dice el shortstop Valentín. "Eso es bueno, porque sigue siendo el mismo tipo que se divertía jugando, jugando duro y agresivo. Esa es la manera en que dirige, y es por eso que estamos siendo exitosos."
Otra razón de ese éxito: a finales de junio, Williams obtuvo por la via del cambio al mejor amigo de Guillén, el derecho Freddy García, y nueve días después lo firmó por tres años a $27 millones. Guillén y García, quien ha ganado cuatro de los primeros seis juegos con el equipo, se conocen desde hace años y son vecinos tanto en Florida como en Venezuela. Lo que nos hace preguntar: ¿No es peligroso que el manager sea el mejor amigo de uno de sus peloteros? "Ozzie tiene un millón de mejores amigos," responde Williams. "Harold Baines es su mejor amigo. Yo soy su mejor amigo. Jerry Reinsdorf es su mejor amigo."
Posiblemente, pero solamente es García el que se está casando con una familiar de Guillén. "Cierto", dice Williams, "pero otro de sus mejores amigos, su ex-compañero Scott Radinsky, se caso con la hermana de su esposa." Así es en la Tierra de OZ, o eres su mejor amigo, o eres familia, o ambas cosas.
Pero familiares y amigos también pasan por momentos tensos. El 8 de julio, los Medias Blancas, inmersos en una seguidilla de cinco derrotas, perdían con Anaheim 8-5 en el octavo cuando Ozzie explotó. "Caí en shock," dice García. "Nunca lo había visto de esa manera. Comenzó a hablar muy duro."
Ese era solo el comienzo. "Les dije que estaba avergonzado por los fanáticos," cuenta Guillén. Frunce el entrecejo, los ojos casi cerrados y comienza a hablar lentamente para exagerar la palabra: a-ver-gon-za-do. A veces, cuando su deficiente inglés no es suficiente, sus muecas y movimientos completan la idea. "No sentí que mis jugadores tuvieran esa llama por dentro. Parecía que como que querían dejarlo para el próximo día. Yo no creo en eso. Eso me molesta realmente. Les dije 'parecen jugadores de los Criollitos.' Les dije, 'Puedo ser la persona más agradable o el peor cretino. Ustedes escogen.'"
Escogieron al tipo agradable, comenzando un rally de tres carreras luego de tener dos outs encima y ganando el partido en el noveno, para arrancar de esa manera una seguidilla de cuatro victorias. Después del juego, Guillén dijo de sus jugadores, "Deben darle gracias a Dios de que ganaron, porque si no les iba a tocar la reunión más larga de sus carreras. Ibamos a mandar a sus esposas de vuelta a casa, porque iba a ser una bien larga."
Desde entonce, los Medias Blancas y los Mellizos han continuado intercambiándose el primer lugar de la División Central unas 12 ó 13 veces -- y Guillén ha vuelto a divertirse. En Texas, para despistar al exageradamente detallista manager Buck Showalter, puso fotos de presos y las direcciones de correo electrónico de sus peloteros en el line-up. En Cleveland, cuando señaló con el brazo equivocado y el umpire Joe West lo obligó a traer al derecho Cliff Politte en lugar del zurdo Damaso Marte, quien ya había calentado el brazo, le dijo a West, "Tráeme al que quieras." Luego de que los Medias Blancas ganaran 3-0, Guillén se burló diciendo, "La próxima vez que salga al montículo voy a levantar los dos brazos a ver qué pasa."
Hace tiempo que no llama a sus hijos para saludarlos, pero esto es porque desde que terminaron las clases ellos han viajado con él. Ozzie Jr., 20, Oney, 18 y Ozney, 12, se uniforman todos los dìas, atrapan flys y fildean rollings. "Yo fui el bat-boy de los Marlins el año pasado," dice Ozzie Jr., "pero ahora mi papá es el jefe." Si buscas en el dugout, seguramente encontrarás cuatro camisas con el número 13.
Más allá de los chistes, el jefe se toma las cosas en serio. Se ha estado preparando desde que tenía 17 años y les decía a sus compañeros de equipo lo que tenían que hacer. Siempre le preguntaba a sus managers por qué habían tomado ciertas decisiones, especialmente a Bobby Cox. Y mientras era coach de tercera de los Expos y los Marlins durante los últimos tres años, dirigía al equipo en su mente. "Ozzie tiene talento natural," dice LaRussa. "Como jugador, el siempre entendió muy bien este juego, y siempre ha tenido cualidades de líder."
Guillén está enormemente honrado de ser el primer Venezolano en llegar a manager de las Grandes Ligas, y espera algún día ser comparado con gente como LaRussa y Cox. Quiere que los peloteros quieran jugar para el. "Esa es la meta de cualquier manager," dice. "Ese es el nivel al que quiero llegar."
Por supuesto, también quiere regresar a la Serie Mundial, donde terminó la temporada pasada con los Marlins. El apenas se imagina lo que significaría lograr lo mismo con sus adorados Medias Blancas. "Si ganamos," dice, "entonces Chicago se convertirá en una ciudad de Medias Blancas." Es posible que para alcanzarlo este año tenga que hacerlo sin sus dos bates más poderosos. Magglio Ordóñez pudiera perder el resto de la temporada con una lesión en la rodilla izquierda, y Frank Thomas estará fuera al menos hasta mediados de septiembre con una fractura. Su ausencia hace recordar a Guillén una de sus frases favoritas: "No puedes ganar el Kentucky Derby si vas montado en un burro." Pero no se queja.
"Después de ver lo que pasó el año pasado," dice Guillén, "cualquier cosa puede suceder. Cualquier cosa." Con Ozzie, eso se sobreentiende.